El secreto de tus pensamientos, la ira y el odio
Hacía mucho tiempo que Jorge se sentía absolutamente solo. Compartía su vida con su pareja, Ana, una mujer de la que se había enamorado con locura hasta el punto de haber roto con su forma de vida pasada en comodidades y despreocupaciones. Durante algunos años habían viajado por lugares lejanos y exóticos o por otros destinos meramente turísticos pero siempre habían disfrutado con plenitud su relación. Sin embargo los dos últimos años habían supuesto un cambio de tendencia que se manifestaba en la falta de ilusiones, compartidas o individuales y en una abúlica relación en la que incluso las caricias brillaban por su ausencia. ¿Qué había sucedido para sufrir este tremendo cambio?
Jorge era un brillante profesional con una prometedora carrera en el sector de la auditoria en el que se había ido labrando prestigio y consideración entre los socios de la compañía. La fuerte competencia por alcanzar puestos de más responsabilidad le había exigido multiplicar sus esfuerzos hasta límites inaceptables. Intensas jornadas de trabajo desembocaban, con excesiva frecuencia, llevando trabajo pendiente a casa en donde después de cenar, tras breves encuentros con Ana se encerraba en su estudio para acabar un trabajo que nunca acababa. - ¿Por qué no vienes a dormir? Le sugería Ana desde el dormitorio. – Seguro que mañana podrás terminarlo después de que hayas descansado. Pero Jorge vivía obsesionado por consolidarse en la empresa. No podía consentir a estas altura que algunos compañeros suyos, tan infatigables como el, ocupasen el cargo al que se sentían con pleno derecho. Además, estaba Fermín, un trepa, pensaba Jorge, que no perdía ocasión de estar siempre, en el momento oportuno, junto a los directores y socios de la compañía.
La ansiedad que le provocaba esta situación le había llevado a una alimentación basada en comida rápida en los muchos establecimientos de la zona de su oficina y las constantes visitas a las sedes de sus clientes también le hacían llevar una dieta desequilibrada y dañina. Lejos habían quedado los tiempos en los que Ana y él quedaban con frecuencia en su restaurante vegetariano favorito en donde disfrutaban con tranquilidad de una deliciosa comida en un ambiente relajado. La consecuencia de tal inadecuada ingesta y forma de vida era un exceso de peso que le impedía hacer aquél beneficioso ejercicio físico de antes.
Un día Ana llegó más pronto de lo habitual, hacia la media tarde, abrió la puerta de su piso y se encontró con la sorpresa de ver a Jorge tumbado en el sofá viendo la televisión. - ¿Qué tal cariño, te encuentras bien? Preguntó Ana con cierto aíre de preocupación porque no era en absoluto normal que a esas horas Jorge hubiera vuelto del trabajo ¡y menos para tumbarse a ver la televisión!
-Nada estoy bien, respondió Jorge con voz cansina para continuar con la vista perdida en la pantalla del televisor. Aquella noche la pareja se fue a la cama a la misma hora después de una aburrida cena en la que Jorge dio buena cuenta de la bandeja de los embutidos; últimamente comía con voracidad y siempre comida frita y con exceso de grasa. Las sugerencias de Ana por la cocina natural y fresca no le llamaban la atención. Esa noche durmieron bien; Jorge no dejaba de dar vueltas de un lado para el otro de la cama y eso despabilaba a Ana impidiéndole conciliar nuevamente el sueño. También supuso un cambio que se repitió noche tras noche haciendo que Ana, ante la falta de comunicación de Jorge, fuese suponiendo un escenario muy poco esperanzador en cuanto a su futuro como pareja.
La reunión prevista a las diez de la mañana estaba a punto de empezar. En los prolegómenos los asistentes bromeaban haciendo comentarios intrascendentes esperando a que llegara el socio-director para presidir el acto. Jorge se había percatado de que Fermín no había llegado todavía y eso le intranquilizaba porque no entendía qué motivo pudiera haber para su retraso teniendo en cuenta la importancia de los temas a tratar y, especialmente, la asignación del nuevo responsable del recién creado área de negocio estratégico, puesto que Jorge anhelaba y al que se creía merecedor sin duda alguna después de tanto tiempo de dedicación y sacrificio. Además, pensaba Jorge, su relación personal con los socios de la firma era excelente hasta el punto de que con cierta frecuencia las charlas con ellos sobrepasaban lo estrictamente profesional para abarcar temas más personales. Pero eso mismo sucedía con Fermín a quien Jorge había llegado a odiar profundamente debido a que representaba un serio peligro para sus aspiraciones dentro de la firma.
Últimamente Jorge no tenía una gran comunicación con Ana lo cual era ajena e esa nube diabólica de ideas que noche tras noche le atormentaba y le impedía el sosiego. Él sabía que Ana tenía una intima amiga siempre dispuesta a escucharla y darle su mejor opinión. En el fondo Jorge sentía envidia por ello puesto que el no tenía a nadie; la dinámica de su trabajo, arrolladora e individualista le impedía contemplar a otra persona con confianza para manifestarle sus preocupaciones. Efectivamente, Jorge estaba sólo; y se sentía sólo.
El socio director apareció en la sala de reuniones acompañado de Fermín quien ofrecía una amplia sonrisa en su rostro que bien pudiera ser el preludio de alguna noticia importante. El socio director se sentó en la cabecera de la mesa presidiendo la reunión y solicitó que Fermín se sentase a su lado. Jorge sentía que su estomago se revolvía y empezó a sudar y a notar una opresión en su pecho.
Terminada la reunión Jorge sentía ira y odio hacia Fermín; y la misma ira le impedía actuar con serenidad ante sus compañeros y jefes quedando en evidencia su falta de control para dominar una situación adversa como esa. En la adversidad es donde se conoce a las personas tal y como son realmente, había oído decir a Ana en alguna ocasión. Ella le había repetido en muchas ocasiones que debía serenarse respecto a su trabajo, que se lo tomase con interés pero nunca como una obsesión. Y que tuviese en cuenta que lo importante en la vida no era llegar a algún sitio, sino el camino en si mismo, el discurrir de la vida con toda su carga de sensaciones y emociones.
Jorge, con sus pensamientos negativos había atraído hacia él todo lo que no deseaba, justamente todo aquello en lo que pensaba. Según había leído en alguna parte la ley de la Atracción había funcionado como siempre lo hace, con precisión y de forma inexorable. Además había centrado su vida en preocupaciones, se enfadaba con frecuencia y el odio hacia algunas personas que él suponía que eran sus adversarios o enemigos le había impedido ver las cosas con objetividad. Como consecuencia de todo ello la ira le embargaba y la había lanzado contra él mismo, de forma inconciente, agrediendo a su cuerpo y a su alma habiendo sacrificado su relación de pareja con Ana, relación que quizás sería muy difícil de restablecer.
Esta es una historia que bien podría haber sido extraída de la realidad porque todo lo expuesto en ella forma parte, desgraciadamente, de los malos hábitos que poco a poco vamos adquiriendo y de la poca importancia que le damos a las relaciones personales basadas en el respeto mutuo. Ser amables con los demás y agradecer los dones y detalles recibidos son una buena manera de discurrir por este camino maravilloso que llamamos vida.
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Santa Cruz de la Palma |