Ciertamente, quien busca la verdad corre el riesgo de encontrarla. ¿Pero, adónde hay que ir a buscarla? Sin duda el método socrático más moderno para llegar a ella es el TAC, la tomografía axial computarizada. La verdad ya no es propiedad de ninguna filosofía, porque tantas doctrinas contrapuestas, al final, conducen al escepticismo. Tampoco se halla en ninguna iglesia. Todas las creencias son, en el fondo, el reflejo humano de la pelea entre dioses enemigos. Puede que la verdad anide en el alma intransferible de cada uno, pero solo existe un camino para alcanzarla: se trata de hacerse un chequeo médico completo y para eso hay que pedir hora en una clínica, no en un templo ni escuela. El riesgo de encontrar la verdad es proporcional a la edad de quien la busca. A los jóvenes que llevan una vida sana, salvo casos raros, este asunto no les va nada, pero a medida que uno envejece la verdad se esconde en algún lugar del cuerpo, forma parte del alma y solo en contadas ocasiones asoma por el rostro. La forma de llegar al alma empieza por un análisis de sangre. Aparecen los leucocitos, los hematíes, la glucosa, la urea, la creatinina, el hierro, el ácido úrico, las enzimas, los triglicéridos, los marcadores tumorales.
La Verdad a la cual me sumo, según el gran periodista y escritor Manuel Vicent.