El verdadero líder es aquel que apela a las motivaciones, actitudes y valores más nobles de las personas. Los miembros de un equipo, a medida que se van desarrollando como seres humanos, mejoran también la calidad de sus propias motivaciones, desde una adecuada retribución hasta la satisfacción por servir a los demás.
El buen líder consigue convocar lo mejor del ser humano. Le hace sentirse orgulloso de su mejora. No solo en la consecución de las metas, sino en la calidad de los pasos que va dando para conseguir esta meta, disfrutando en cada uno de ellos. Y aún más, las personas que siguen al líder mejoran en cada paso y convierten en hábitos positivos las actitudes que les benefician como persona.
El líder auténtico es un líder genuino y comprometido, que practica sus valores, y cuyo propósito es servir a la sociedad, demostrando autodisciplina en su propia vida, que conecta con el corazón de los demás y que abandona el eje central de la motivación del dinero, el poder, la fama y la aclamación social. Este líder no nace con unas características determinadas. Se forja a través de su vida y de las pruebas que esta le pone por delante. le marcará la forma de afrontar sus dificultades personales más graves. Desarrollará una pasión por vivir, que sabrá trasladar a los demás.
El falso líder prometió riqueza y justicia a sus compatriotas, pero no solo en el reparto de la tarta. Al final, la avaricia y la ineficacia empequeñecieron la tarta y la sociedad se rebeló contra el falso líder.
El líder verdadero se preocupó de la felicidad de sus compatriotas, pero no solo en el reparto de la tarta. Les inspiró a trabajar a gusto, engrandeciendo la tarta. Disfrutaron en el camino y cuando la tarta fue más grande, el reparto fue más fácil y más justo.
Tanto se acostumbraron a crear tartas que el líder verdadero desapareció, fue feliz al haber hecho felices a los demás y verse innecesario, después de ayudar a crecer a otros líderes.
Texto extraído del libro "La vida que mereces" de Álex Rovira y Pascual Olmos.