No soy economista, pero sé distinguir entre
"liquidez" y "solvencia". ¿Económica o moral? Tiene liquidez económica quien dispone de dinero inmediato
para hacer una compra o para hacer frente a un pago, aunque a largo plazo no
sea solvente.
Tiene solvencia económica, es solvente económicamente, quien
denota poder adquisitivo a largo plazo.
Imagina que yo fuera indigente total, y que me encuentro 100
€, tengo liquidez económica para comprarme todo aquello que valga, en conjunto,
menos de 100€, pero seguiré siendo económicamente insolvente.
El solvente puede no tener liquidez, pero cuenta con
recursos, propiedades, bienes, que respaldan su poder adquisitivo a largo
plazo.
Imagínate igualmente que yo, por ejemplo, estoy muy flojo de
ambos. Mis euros disponibles, ahora mismo, no son muchos y mis posesiones,
capaces de ser convertidas en dinero, tampoco, como tampoco soy solvente con mi
sueldo mensual, pero los bancos, teniendo en cuenta mi "solvencia
moral", podrían atreverse a concederme un crédito económico. ¡Digo yo ¡
El banco, por ejemplo, mirará con lupa no tu liquidez, sino
tu solvencia, tu capacidad de devolución, en el futuro, del crédito que estudia
otorgarte o no.
El corto plazo de la liquidez contrasta con el largo plazo
de la solvencia.Y, después de esta lección de economía, vayamos a lo que
quería contar.
La "solvencia
moral", que es el conjunto de cualidades que hace que una persona sea
digna de confianza, que se pueda "con-fiar" en ella, "tener fe
en ella", "creer en ella", ser "digna de crédito", ser
"de fiar".
Hay hombres que, teniendo solvencia económica para mantener
dignamente a su familia, no tienen solvencia moral para hacerlo y no lo hacen. Igualmente
hay hombres que a pesar de tener solvencia económica y firmar un contrato de
servicios de asesoramiento inmobiliario y trabajo específico. Llegado el
momento de pagar la factura con el trabajo culminado impecablemente les da
exactamente igual NO cumplir su palabra ni su firma. “NO PAGA”
Y, al revés, hay personas que tienen solvencia moral, pero
no solvencia económica. El "solvente" es el que merece crédito y, al
decir crédito, me refiero tanto a crédito-dinero como a crédito-confianza.
El solvente moral es el que es capaz de cumplir una
obligación, un cargo, una responsabilidad, un contrato firmado entre partes,
cuidadosamente, celosamente. Por eso se confía en él.
Yo, que soy un "filo-sofo" (amante, deseoso,
ávido, de saber) tengo una alta estima de la amistad, porque los amigos son
siempre un capital asegurado del que puedes disponer.
No es igual "creer a" una persona, que "creer
en" un amigo. No es igual "creer lo que una persona dice", hacer
caso de su palabra, que "creer en" la persona del amigo, porque en
éste va incluida, en el mismo kit, su persona, lo que es, mientras en aquél,
sólo la palabra, lo que dice.
Del que se pueda decir que es voluble, que "donde dije
digo, digo Diego", del que cambia de opinión y no puedes fiarte ni de su
palabra, ¿Cómo va a ser un amigo?, ¿cómo vas a fiarte de él, de su persona?
Quien ni de su palabra puedes fiarte, de quien no tiene ni
siquiera liquidez moral, ¿cómo vas tú a darle crédito?, ¿Cómo va a tener
crédito moral ante ti?.
¿Cuántas veces has dicho de alguien que te ha defraudado o traicionado?
Yo creía que era un amigo", te había mostrado "liquidez moral"
en aquel viaje que hicisteis con él, había sido un buen compañero" de
viaje.
Un amigo nunca te defraudaría, ni te engañaría, ni te
traicionaría, porque un amigo tiene "solvencia moral", y, si no, no
es amigo.
Por eso los amigos son "pocos", pero "muy
amigos", tú no puedes ni dar muchos "créditos" (serías un
"primo") ni recibir demasiados "créditos" (serías un
"vanidoso").
Yo soy "moralmente solvente". Mis amigos son pocos,
pero suficientes para sentirme orgulloso de saber que ahí están siempre cuando
los necesito igual que ellos lo saben de mí.
A esos hombres que resulten faltos de crédito moral, difícilmente
pueden conseguir que alguien le conceda la amistad, que precisamente está
basada en ese crédito que pueda aportar como aval de su solvencia moral.
Vivencias de la vida diaria de un Inmobiliario llamado Arturo al que le
enamora su profesión de responsabilidad y buen hacer sin poner coto al tiempo invertido ni al esfuerzo necesario, todo a pesar de que a veces se nos cruzan personas indeseables y
tramposas.
AY.