viernes, 31 de octubre de 2025

Habitación Inteligente

 

✨ Introducción

Hay lugares que nos envuelven de tal manera que el alma se abre y la inspiración se desborda. En uno de esos espacios nació mi poema “Habitación Inteligente”.
Lo escribí desde la emoción del momento, acompañado por la maravillosa pieza de Tchaikovsky, El vals de las flores, que parecía danzar al compás de mis pensamientos.

Dedico esta poesía a unas personas muy especiales en mi corazón. Gracias por la belleza de ese rincón, por esa habitación mágica que, sin saberlo, despertó en mí la necesidad de escribir y de sentir. Espero que os guste, aquí está:

Habitación Inteligente

 

Aquí se duerme de maravilla:

la habitación arde en energía,

encendida en flores 🌷, jarrones,

jarras y una copa de vino

donde los girasoles 🌻 creen

en la paciencia del saber estar.

 

Se abre mi espíritu

bajo un cielo azul, abierto

al misterio de lo bello,

de lo inteligente.

 

No me equivoco si digo

que en esta habitación

no duerme la conciencia 😴:

todo es relámpago y fuego 🔥.

 

Busco en sus esquinas

lo minúsculo del arte,

y descubro que el arte 🖼️

no se esconde —

lo abarca todo.

 

Un abrazo. A.Y 

 

lunes, 22 de septiembre de 2025

Un abrazo para la eternidad

Carmenza
  

Desde hace unos días estoy triste. Las rosas rojas que te ofrezco parecen pequeñas frente a la magnitud de lo que siento. Las dejo, humildes, como símbolo de amor ante el alma de una mujer única, incisiva y tenaz. Una hermana que vivió con una fuerza arrolladora, luchando desde lo más profundo por ofrecer lo mejor a quienes amaba. Tu ironía aguda, tu mirada clara, tu carácter firme... así dominabas el mundo, dejando siempre huella.

Tu partida no borra tu presencia. Al contrario, tu eco permanece en mí, constante, como una voz que resuena desde la memoria.

Nuestra niñez fue un territorio vasto, un llano extendido bajo cielos infinitos en la Rosa, Villa de Mazo. Allí crecimos: entre juegos, travesuras, risas y algunas lágrimas. Todo está grabado en mi alma, como un mural lleno de momentos compartidos. Aprendimos juntos lo que bien pudimos. Crecimos a la par. Y siempre, siempre que nos distanciamos supimos volver al amor que nos unía.

Ahora te has ido físicamente, hermana mía. Ya no puedo abrazarte ni oír tu risa tus desalientos, los te quiero, tus penas tus preguntas sin respuesta, pero te siento conmigo de una manera nueva. Sé que ahora vuelas libre, en paz, más allá de este mundo que tantas veces fue injusto, pero también generoso contigo, aunque tu no lo notaras no lo interpretaras como tal. Ahora has hallado descanso, me costará soltarte.

Te prometo que estarás siempre conmigo. En mis pensamientos, en cada rincón de mis días. Te guardo en lo más hondo del corazón, allí donde el amor trasciende el tiempo, donde no existen despedidas.

Este es un abrazo que lanzo hacia la eternidad, querida Carmenza. Un abrazo lleno de todo lo que fuiste y serás para mí: amor, diferencia, memoria, gratitud. Te seguiré queriendo aquí, ahora y siempre.

Hasta que volvamos a encontrarnos. A.Y

 

jueves, 28 de agosto de 2025

El hombre de los bolsillos vacíos

 

El hombre

Nadie sabía su nombre completo. En el barrio lo llamaban simplemente Don Julián, aunque de don tenía poco, al menos en lo material. Sus bolsillos estaban siempre vacíos, pero su andar era tranquilo, como si llevara dentro un secreto que los demás no alcanzaban a entender.

Vivía en una casita vieja, con paredes que se descascaraban como la piel de un árbol cansado. El techo goteaba cuando llovía, y en invierno el frío entraba por las rendijas como un visitante inoportuno. Sin embargo, cada vez que alguien lo saludaba en la calle, él respondía con una sonrisa amplia, de esas que parecen encender un fuego pequeño en medio de la rutina gris.

No tenía dinero, ni lujos, ni cuentas en el banco. Pero tenía algo que muchos no: tiempo y atención para los demás. Si veía a un niño con la bicicleta rota, se agachaba a arreglarla, aunque tardara horas. Si una vecina lloraba en silencio, él se sentaba cerca sin preguntar nada, dejando que el silencio compartido hiciera su trabajo.

Algunos lo miraban con desprecio, pensando que era un fracasado. Otros, con envidia, porque intuían que esa paz que irradiaba no podía comprarse. Don Julián no discutía con nadie. No necesitaba defenderse: había aprendido que la pobreza verdadera no era la falta de dinero, sino la falta de compasión.

Una tarde, mientras el sol se escondía entre los tejados, un niño le preguntó:

—Don Julián, ¿usted por qué sonríe tanto si es pobre?

Él lo miró con ternura y respondió:

—Porque soy rico en lo único que me puedo llevar cuando me muera: lo que di, no lo que guardé.

Y el niño, aunque no lo entendió del todo, sintió que esas palabras eran como semillas que algún día florecerían.

Salud y disfrute para todos. Un abrazo. A.Y 

 

miércoles, 30 de julio de 2025

Desde Mi Mirador

 

El azul del Cielo

Despierto cada mañana con el corazón lleno de gratitud. Basta con mirar por la ventana para recordar lo afortunado que soy: el cielo azul se despliega como una inmensa caricia sobre los tejados, y el sol, con su calidez constante, parece darme los buenos días con la familiaridad de un viejo amigo.

Vivo rodeado de belleza. No solo en lo que los ojos ven, sino en lo que el alma siente. Las personas que cruzan mi camino —vecinos, clientes, compañeros, colaboradores, amigos— son generosas, sinceras, llenas de historias y de confianza. A veces me detengo en mitad de una jornada, simplemente a observar: la sonrisa de alguien al recibir las llaves de su nuevo hogar, el abrazo espontáneo de un cliente convertido en amigo… y pienso: esto es vida.

Llevo más de treinta años trabajando como agente inmobiliario. Treinta años mostrando hogares, escuchando sueños, resolviendo dudas, conectando personas con espacios donde construir su felicidad. No es solo vender propiedades: es acompañar decisiones importantes, es construir futuro junto a otros.

Cada puerta que he abierto, cada contrato que he cerrado, ha sido mucho más que una transacción. Han sido capítulos en una historia compartida. Y hoy puedo decir, sin arrogancia, pero con profundo orgullo, que he dejado huella en cientos de personas que confiaron en mí. Muchos de ellos siguen escribiéndome, recomendándome, saludándome con cariño en la calle. Algunos ya son amigos de toda la vida.

El mundo que me rodea, con su paz, su belleza y su gente buena, no es casualidad. Es reflejo también de lo que uno siembra. Y yo he sembrado con dedicación, con honestidad, con pasión por mi oficio. Por eso cada día, mientras el cielo me sonríe desde lo alto, camino con la certeza de que he hecho lo correcto. Que estoy exactamente donde quiero estar.

Sean felices. Os mando un abrazo. A.Y