Dicen que todo libro nace dos veces:
la primera, cuando el autor lo escribe;
la segunda, cuando alguien lo abre y lo convierte en parte de su propia vida.
Hoy, con una mezcla de sorpresa, gratitud y una
emoción que aún me desborda, quiero dar las gracias a todos los lectores que ya
tienen en sus manos Era Semilla.
Gracias por acoger estas páginas que escribí con el corazón desnudo,
con la esperanza afinada tras cada silencio,
y con la calma que solo concede lo vivido
y lo aprendido a fuego lento.
Cada persona que ha decidido leerme,
cada mensaje, cada fotografía,
cada gesto de cariño hacia este primer libro,
ha hecho que la semilla que un día planté en soledad
se convierta ahora en un pequeño árbol compartido.
Vosotros le habéis dado raíces.
Vosotros le habéis dado aire.
Vosotros le dais sentido.
Y a quienes aún no lo han leído, solo puedo
invitarles con toda humildad a que se atrevan a descubrirlo.
No porque un autor quiera vender su obra,
sino porque creo, de verdad,
que en estas páginas hay luz, memoria, afecto, heridas que cierran,
y ese pequeño latido que nos recuerda que siempre es posible empezar.
Podéis encontrarlo en vuestra librería de
confianza,
o en el enlace que dejo aquí para facilitaros el camino.
Sea como sea, si un día Era Semilla llega a vosotros,
que lo haga como un susurro amable,
como un abrazo que no pide nada,
como una historia que no quiere imponerse
sino simplemente acompañar.
Gracias por sembrar conmigo.
Gracias por hacer que esta primera aventura literaria
tenga sentido, futuro y, sobre todo,
vida.
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