jueves, 27 de febrero de 2014

Siempre Feliz

Hace muchísimo tiempo, a un joven aprendiz le encargan la misión de llevar un poquito de felicidad a la vida de las personas, misión que acepta con gusto pues tiene la inclinación necesaria para cumplirla pues desde el momento de su nacimiento, en todo veía un motivo para ser feliz. Y así emprende su camino. Por todo lugar donde pasaba llevaba felicidad y hacia que las personas vean en si mismos que podían ser felices, les mostraba que en todo lo que existía en el universo había una razón para ser felices.


Alegria sin vertigo
 
Un día, llegó a un pueblo en el cual existía mucha tristeza, todos quienes caminaban lo hacían con tristeza, sin ilusión. En el momento que se incorporó a este pueblo, de forma extraña empezó a sentirse triste, nunca había experimentado semejante tristeza, pues, aun siendo joven había visto siempre felicidad en todo. Y así es como comenzó a tambalear en su misión pues se contagió de tristeza. Cierto día, en la madrugada, escuchó un grillo cantar y se pregunto como así un grillo podía cantar dentro de toda la tristeza que existía en el mundo; de pronto escucho una voz que decía: “Ay los grillos… su crik crik nos alegra el alma.” 

Era su voz interior que también le dijo: “Acaso aun no te das cuenta que la felicidad no radica en el exterior, sino en el interior de todo ser? Ella radica en su energía divina”.



Haz de tu Vida una Melodía.

Esa misma voz interior le explicó que era así como el grillo podía cantar, pues su función era cantar y su energía vital no se detendría, el grillo no ganaba nada al hacerlo, sólo lo hacia pues nació para ser el pájaro de la noche, aquellos que alegran a todos quienes caminan en la noche oscura con su canto.

Entonces el joven peregrino recién pudo entender que su felicidad no radicaba en el exterior y que podía encontrarla dentro de el. Que aun tenía mucho que aprender y que su misión era demostrarle al mundo lo que el universo le había enseñado.

Y así, al amanecer, salio caminando por las calles del pueblo, y como el grillo le enseñó, les mostraba que todos tenemos esa parte de felicidad dentro. Sólo hay que dejar que se manifieste.

Aprendió así una gran lección: Que la felicidad radica en todos nosotros. Y que no importa lo que suceda en el mundo, uno puede mantener la misión de siempre ser feliz. Y que si algún día tambalea y cae, escuchar a los grillos cantar se lo recordarían.

A veces merece la pena escuchar.
Esto esta dedicado a todos quienes buscan enseñar algo o a quienes lo hacen a su manera y a todos quienes me enseñaron algo durante mi camino; a todos los grillos que cantan en la noche oscura. Nunca dejen de cantar y el día que lo dejen de hacer se darán cuenta que lo nacido de ustedes no puede detenerse. Gracias.

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